Fragmentos sobre la Revolución Rusa - I -
· Alexandra
Para que el amor sea natural y limpio, como el agua que bebemos, ha de ser libre y compartido; pero el macho exige obediencia y niega placer. Sin una nueva moral, sin un cambio radical en la vida cotidiana, no habrá emancipación plena. Si la revolución social no miente, debe abolir, en la ley y en las costumbres, el derecho de propiedad del hombre sobre la mujer y las rígidas normas enemigas de la diversidad de la vida.
Palabra más, palabra menos, esto exigía Alexandra Kollontai, la única mujer con rango de ministro en el gobierno de Lenin.
Gracias a ella, la homosexualidad y el aborto dejaron de ser crímenes, el matrimonio ya no fue una condena a pena perpetua, las mujeres tuvieron derecho al voto y a la igualdad de salarios, y hubo guarderías infantiles gratuitas, comedores comunales y lavanderías colectivas.
Años después, cuando Stalin decapitó la revolución, Alexandra consiguió conservar la cabeza. Pero dejó de ser Alexandra.
· Stalin
Aprendió a escribir en la lengua de Georgia, su tierra, pero los monjes lo obligaron a hablar ruso en el seminario.
Años después, en Moscú, todavía delataba su acento del sur del Cáucaso.
Entonces decidió ser el más ruso de los rusos. ¿Acaso Napoleón, que era corso, no había sido el más francés de los franceses? ¿Y la reina Catalina de Rusia, que era alemana, no había sido la más rusa de los rusos?
El georgiano Iósif Dzhugashvili eligió un nombre ruso. Se llamó Stalin, que significa acero.
Y de acero había de ser el heredero del hombre de acero: Yakov, el hijo de Stalin, fue templado desde la infancia en el fuego y en el hielo, y a golpes de martillo fue modelado.
No hubo caso. Había salido a la madre. Y a los diecinueve años, Yakov no quiso, no pudo, más.
Apretó el gatillo.
El balazo no lo mató.
Despertó en el hospital.
Al pie de la cama, el papá comentó:
- Ni siquiera eso sabes hacer.
· Coartadas
Se dijo, se dice: las revoluciones sociales, atacadas por los poderosos de adentro y los imperialistas de afuera, no pueden darse el lujo de la libertad.
Sin embargo, fue en los primeros tiempos de la revolución rusa, en pleno acoso enemigo, años de guerra civil y de invasión extranjera, cuando más libremente floreció su energía creadora.
Después, en tiempos mejores, cuando ya los comunistas controlaban el país, la dictadura burocrática impuso su verdad única y condenó la diversidad como herejía imperdonable.
Marc Chagall y Wassily Kandinsky, pintores, se marcharon y nunca más volvieron.
Vladimir Maiakovsky, poeta, se disparó un balazo al corazón.
Sergei Esenin, también poeta, se ahorcó.
Isaac Babel, narrador, fue fusilado.
Vsevolod Meyerhold, que había hecho la revolución en sus desnudos escenarios del teatro, también fue fusilado.
Y fusilados fueron Nikolai Bujarin, Grigori Zinoviev y Lev Kamenev, jefes revolucionarios de la primera hora, mientras León Trotski, fundador del Ejército Rojo, caía asesinado en el exilio.
De los revolucionarios de la primera hora, nadie quedó. Fueron todos purgados: enterrados, encerrados o desterrados. Y fueron borrados de las fotos heroicas y suprimidos de los libros históricos.
La revolución elevó al trono al más mediocre de sus jefes.
Stalin sacrificó a los que le hacían sombra, a los que decían no, a los que no decían sí, a los peligrosos de hoy y a los peligrosos de mañana, por lo que hiciste o por lo que harás, por castigo o por las dudas.
· Fotos: Los enemigos del pueblo
Moscú, plaza del Teatro Bolshoi, mayo de 1920.
Lenin arenga a los soldados soviéticos, que parten a luchar contra el ejército polaco en el frente de Ucrania.
Al costado de Lenin, en el podio alzado sobre la multitud, se ve a León Trotski, el otro orador de esta jornada, y a Lev Kamenev.
La foto, de G. R Goldshtein, se convierte en un símbolo universal de la revolución comunista.
Pero en pocos años más, Trotski y Kamenev desaparecen de la foto y de la vida.
De la foto los borran los retocadores, que los sustituyen por cinco escalones de madera, y de la vida los borran los verdugos.
Espejos: Una historia casi universal
Eduardo Galeano
2008
#EduardoGaleano #Espejos #Historia #RevoluciónRusa #Stalin