238- El secreto
Edgar Watson Howe, novelista, y editor de periódicos y revistas, nacido en 1853 y fallecido en 1937, dijo: “El hombre que sabe guardar un secreto puede ser sabio, pero no es la mitad de sabio, que aquel que no tiene secretos que guardar”.
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Hola, ¿qué tal, cómo estás? Soy Carlos Vitesse, y te doy la bienvenida a una nueva entrega de Bitácora Mental. Si eres más de escuchar que de leer, aquí tienes la versión audio:
Según la Real Academia Española, en su diccionario de la lengua española y en primera acepción, define “secreto” como: “Cosa que cuidadosamente se tiene reservada y oculta”. Y Si lo combinamos con las palabras de Watson Howe, sin duda da para mucho juego.
Como se suele decir, la vida da mil vueltas, y en ella, cuanto más años llevamos en este planeta, evidentemente mayor ha sido la cantidad de momentos y situaciones que nos han tocado vivir. A veces de las buenas, pero también de las que nos gustaría olvidar, y en ocasiones resulta imposible, aunque digan que: “el tiempo, todo lo cura”.
Cada día está lleno de infinitas oportunidades de generar secretos, que pueden venir a partir de situaciones de las más variadas, en las que hemos participado: voluntariamente, involuntariamente, o incluso como meros espectadores.
Cada momento puede albergar una información que resulte importante para nosotros, algo que consideremos de valor, y que puede ser ventajoso o perjudicial. Por tanto, según la ocasión, el hecho puede ir a un cajón mental permanente, o ser liberado en el momento que creemos más conveniente.
Y no es ningún secreto que guardar un secreto, -y valga la redundancia-, muchas veces no es nada sencillo. Obviamente, eso depende mucho de cada persona, porque sabido es que las hay, de las que no son capaces de guardarse nada, pero también aquellas que, como se suele decir, “se lo llevan a la tumba”. Y eso aplica tanto a cuestiones personales, como también en los casos en alguien le confía su secreto a otro, y habiendo elegido mal, resulta traicionado.
Está claro que si no queremos que algo se sepa, la única forma de mantener esa información a buen recaudo, es no compartirla. Pero como dije antes, la vida da mil vueltas, y a determinada edad, todos tenemos algún secreto importante, o incluso varios. Pero seguramente son pocos, aquellos capaces de hacer que los suyos, nunca vean la luz.
Y eso que nos guardamos, puede ser desde lo más tonto, hasta cosas verdaderamente serias. A veces ocultamos las cosas porque nos conviene, y la decisión es voluntaria, pero en otras tenemos una presión extra por lo que pueda pasar, y conservar ese secreto significa cargar en el día a día con una losa muy pesada sobre la espalda, algo muy difícil de llevar.
El miedo puede tener mucho que ver en estos casos. Miedo a lo que pueda ocurrir, lo que pueda provocar en otros, y cómo afecte nuestras vidas. Porque revelar los hechos, podría significar la total pérdida de control de lo que estamos viviendo, y poner todo patas arriba, desde lo más personal, pasando por lo familiar, y llegando incluso al mundo laboral.
Pero más allá de los que nos haya tocado vivir a cada uno, es bueno hacer un análisis objetivo y realista de cada situación, aunque muchas puedan ser percibidas como complicadas, y la primera reacción sea esconderlas en favor de una supuesta autoprotección. Sea cual sea la situación, es importante plantearse la posibilidad de soltar ese lastre, porque algunos secretos verdaderamente lo son.
Y es posible que cueste muchísimo dar el paso, porque por ejemplo: ¿quién querría confesarle a su pareja que le ha sido infiel? O cualquier otra situación en la que existe cierto miedo, como una persona que haya llevado gran parte de la vida ocultando sus preferencias sexuales -o lo que fuera- y viviendo tranquila. ¿Querría exponerse al riesgo de transmitirle a su entorno más cercano, que no es como asumían que era?
Son apenas dos situaciones de ejemplo, pero hay infinidad de ellas, algunas con temas -digamos- delicados, cuestiones que pueden darle vuelta a la vida de las personas, y como decía antes, también a la de otros. Por eso planteaba lo oportuno y necesario de analizar objetivamente, porque en ocasiones lo que a priori parece que podría acabar en desastre, incluso aunque ocurriera, no lo sería. Porque la verdad es liberadora, y todo lo que se construye sobre la mentira -o el secreto que pueda afectar a otros-, tiene pies de barro.
Por más miedo que se pueda tener, y si el hacer lo correcto se resiste porque no estamos preparados para asumir las consecuencias, siempre es buen momento para plantearse “qué tenemos para ganar, y que para perder”. Porque muchas veces la balanza se inclina hacia las ventajas de revelar el hecho, superarlo, y construir hacia adelante con más solidez y tranquilidad. Sin duda habrá casos en que aplique aquello de que: “es peor el remedio, que la enfermedad”, pero recuerda otra verdad importante, y es que la gente se arrepiente más de las cosas que no hizo, que de las cosas que hizo.
En resumen, que algunas personas tienen todo muy claro, pero otras luchan cada jornada en su interior, donde dos fuerzas se enfrentan, y el “decirlo o no decirlo” llega a monopolizar sus pensamientos, obstaculizando su desempeño diario en las distintas facetas de la vida. Por eso, y porque he visto cómo pueden cambiar las cosas cuando sueltas un lastre, nunca es tarde para ocuparse de algo pendiente, y que puedas considerar importante de tu pasado o el presente, pero sobre todo, para tu futuro.
Y hasta aquí la entrega de hoy en Bitácora Mental. Gracias por tu tiempo al leer o escuchar este contenido, y te espero en el próximo.
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