𝑺𝒐𝒏𝒓𝒊𝒔𝒂𝒔 𝒄𝒐𝒏 𝒔𝒐𝒎𝒃𝒓𝒂
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La hipocresía se esconde detrás de las palabras bonitas y los gestos amables. Se disfraza de comprensión, de apoyo, de buenos modales, mientras su verdadero rostro observa con juicio y egoísmo. El hipócrita actúa así porque teme ser juzgado, porque necesita aceptación, poder o reconocimiento, y no le importa sacrificar la honestidad de los demás ni la propia. Habla de valores que no vive, promete lo que no cumple y sonríe cuando critica a escondidas.
Es esa sensación incómoda de escuchar alabanzas que nunca se sienten, consejos que buscan beneficio propio, y abrazos que esconden un “te estoy observando”. Aprende a detectar debilidades para manipular, a decir lo que otros quieren oír para mantener su imagen, mientras construye una coraza que oculta sus inseguridades.
Lo peor no es que exista, sino que aprendemos a convivir con ella, a tolerarla, incluso a sonreírle. Reconocerla es un primer paso: abrir los ojos ante las máscaras, no dejarse envolver por la suavidad que oculta veneno, y elegir la honestidad propia antes que la fachada ajena.
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