Este libro lo leí para traducirlo. Me tardé por las otras actividades que realizo. Es una proeza traducir y no tengo idea qué teorías se ponen por delante, qué otras se abandonan, al momento de hacerlo. Creo que el dicho de siempre (traduttore, traditore) no lo entiendo ya por el texto (¿trans-creación? No tanto). Es quien traduce quien termina traicionándose todo el tiempo.
La proeza de traducir no es solo la labor de una traslación de sentido o el peso simbólico de la obra, sino construir un espacio donde las palabras terminan haciéndole algo a unx. Esa es la «traición», en otra lectura del dicho. Se traiciona unx al dar lugar a algo que no existía, al menos, en el continente ni en el aspecto de su posibilidad: un cuerpo nuevo, de texturas y soportes. Traducir es como construir una alucinación en la que unx se pierde.
Aunque ya existen versiones al español de este libro (Lumen tiene una de ellas) y yo por lo mismo me resistía a traducirlo, si no fuera porque se trató de un encargo, no me hubiera forzado a entrar en ese tránsito arduo. Y es que traducir (transdecir, ahí vamos...) es ser llevadx al cambio. Especialmente, cuando se trata de poesía. Unx es arrastradx por cuenta del poema y sus cuepros verbales.
No puede decirse que se es lx mismx antes y después de traducir un libro de poemas. Unx anida en sí la experiencia del cuerpo de las palabras y debe hacerle lugar a algo que no es propio de la manera más propia de hacerse unx con ello. A veces no se «hace» algo nuevo o se re-crea sino que hiende en unx hasta reclamarse a sí mismo - el poema - dentro de nosotrxs.
Entonces es unx lx tras-tornadx, unx quien se hace poema, más que poeta y más que lectorx. No se es autorx; el poema es, al momento de luchar con él - con su secreto o su ardor significante - una pregunta sorbre nosotrxs mismxs. Casi como una marea que se tiene que aceptar y sobre la cual el afecto de su inestabilidad (sobre todo, de aquel ritmo de lo rutinario) mantiene su efecto aun pisando tierra o creyendo volver a lo de siempre.
Recuerdo la música que me acompañó al momento de traducir... Una estación de la radio griega, de blues. Sababa 5 también y eso, por razones que no van con el libro y que lo hacían ver como realmente fuera de este mundo.. Al entrar en él, los ecos de su mitología pagano-judeo-cristiana hablaban de algo que, para mí, ya se ha terminado pero que puedo comprender como vestigio, el que H. D. consideró posible a pesar de la catástrofe de la segunda guerra mundial.
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