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#Esclavitud 🖤🏴🖤
En 1865, poco después de que terminara la Guerra Civil en Estados Unidos, un ex esclavo llamado *Jourdon Anderson* recibió una carta inesperada de su antiguo amo que le pedía que regresara a trabajar a su plantación. Le prometía buen trato. Le decía que todo sería distinto.
*Jourdon*, ahora libre y viviendo en Ohio con su esposa e hijos, respondió con una elegancia feroz. En lugar de insultos, envió una carta cargada de memoria, dignidad y una factura, desglosada de la siguiente manera:
- 52 años de salarios atrasados, pues le serví fielmente durante treinta y dos años y Mandy durante veinte.
- Con 25 dólares al mes para mí y 2 dólares a la semana para ella, nuestras ganancias ascienden a un total de 11.680 dólares.
- Sume los intereses, reste lo que gastó en ropa y medicina, tres visitas al médico para mí, la extracción de una muela para Mandy y mándenos el saldo.
La carta concluye: «Saluda a *George Carter* y dale las gracias por quitarte la pistola cuando me disparabas.»
Su carta es más que una respuesta: es un acto de justicia simbólica. Con ironía, firmeza y humanidad, *Anderson* desmantela siglos de abuso en unas pocas páginas. Pide, además, garantías para sus hijas —“ambas son guapas”—, temiendo que sufran los abusos que otras mujeres negras vivieron en la esclavitud.
No se sabe si el coronel *P. H. Anderson* respondió. Pero la carta de *Jourdon* quedó como uno de los documentos más poderosos del período de reconstrucción: no por su violencia, sino por su lucidez.
Una voz que, por fin libre, habló por millones de esclavos.
