«Sé que tiene mucho azúcar», me justifico a mí mismo, dentro de la cabeza que ya no porta más que sesos fundidos, papilla de ideas, intenciones que reptan y desfallecen como alimañas atropelladas; pero está tan fresco el té de maracuyá.
Acabo de llegar del barbero, es un gozo poner la cabeza recién afeitada bajo el chorro del aire.
Pienso en cómo condensar mis poemas. Hablo de eso con S. que sabe hacerlo muy bien en los suyos.
Apunto una idea para un poema: mamá, después de operarse de cataratas dice que se ve más vieja, va palpando las superficies llena de asombro para cerciorarse de lo que su ojo limpio le revela. Todo lo que tiene que ver con los estados de la visión nos resulta poderoso a los videntes.
En el relato que casi termino una madre cañera va a hacer una barbaridad para evitar que abusen de su hija, lo estoy viendo venir, preparo los aplausos.