CONTRA LA AMNESIA Y LA IMPUNIDAD DEL FASCISMO: MEMORIA LIBERTARIA
La historia reciente de #España está atravesada por una paradoja irritante: mientras el movimiento #libertario ha sostenido durante casi un siglo una lucha coherente por la emancipación social, los sucesivos gobiernos democráticos han tratado al #fascismo con una indulgencia que roza la complicidad. Ese contraste define buena parte del recorrido histórico desde 1936 hasta hoy y explica por qué las sombras de aquel pasado, lejos de disiparse, regresan ahora con aire de amenaza.
El movimiento libertario, particularmente el #anarcosindicalismo articulado en torno a la #CNT y al universo militante que la rodeó, fue el corazón del #antifascismo popular en 1936. No solo por su papel determinante en la resistencia al golpe militar, sino por la experiencia transformadora que impulsó en los territorios donde logró frenar a los sublevados. La revolución social del verano del 36, con sus colectividades, comités de defensa, escuelas racionalistas, cooperativas y grupos culturales, mostró que la clase trabajadora podía organizarse sin tutela de partidos ni aparatos estatales. Aquella vivencia de #autogestión masiva no fue un apéndice decorativo de la guerra, sino la demostración práctica de que otro modelo económico y social era posible. Ese legado, tan incómodo para quienes prefieren una memoria domesticada, sigue siendo una de las aportaciones más profundas del movimiento libertario al siglo XX español.
La posguerra arrasó con ese impulso. Pero incluso en las peores condiciones, con miles de militantes asesinados, encarcelados o exiliados, la resistencia libertaria siguió viva: guerrilla, redes clandestinas, prensa obrera, apoyo mutuo en los barrios y en las cárceles. Todo ello quedó soterrado bajo una represión sistemática que, para colmo, décadas después aún no ha sido juzgada. La razón de esta impunidad no es un misterio. Se llama Ley de Amnistía de 1977, esa piedra de toque del régimen del 78 que sirve para exonerar a los verdugos mientras se presenta como magnánima con las víctimas. La norma, avalada por fuerzas políticas que tenían tantas prisas por repartirse el nuevo escenario institucional como poca voluntad de mirar atrás, impidió cualquier posibilidad de justicia transicional. De ahí que medio siglo después sigamos hablando de fosas comunes sin abrir, archivos cerrados y un aparato estatal que nunca fue depurado.
Con la llegada de la democracia, la respuesta institucional ante el fascismo fue, en el mejor de los casos, tibia. Se prefirió envolverse en el mito de una transición modélica, esconder bajo la alfombra el genocidio franquista y equiparar verdugos y víctimas bajo el falso equilibrio de la teoría de los dos demonios. Mientras tanto, las contribuciones libertarias al antifascismo se diluían en una narrativa oficial donde todo quedaba subsumido bajo el paraguas del republicanismo de izquierdas. Se exageraba la centralidad de ciertos partidos, se marginaba la memoria de las organizaciones libertarias y se ignoraba sistemáticamente el papel de #Mujeres Libres, de los grupos de afinidad, de los #sindicatos y de toda una militancia que sostuvo la lucha desde la base.
Hoy pagamos el precio de esa desmemoria. Cuando se relega la verdad histórica, cuando se tergiversa la composición real de las fuerzas obreras y cuando se permite que el aparato del Estado mantenga intactas estructuras heredadas de la #dictadura, el #fascismo no desaparece: hiberna. Y cuando las instituciones abordan la memoria sin contar con quienes más sufrieron la represión, el resultado son políticas parciales, presentistas, cómodas para todos menos para quienes llevan décadas exigiendo justicia. Por eso no sorprende que el fascismo resurja con desahogo, ni que ciertos discursos reaccionarios hayan vuelto a calar en la vida pública sin rubor.
Frente a esa regresión, el movimiento libertario continúa sosteniendo la misma premisa que lo ha definido siempre: solo una memoria fiel, con perspectiva de clase y sin complejos, puede garantizar que los horrores del pasado no se repitan. La experiencia histórica demuestra que la autogestión, la acción directa, la solidaridad y el apoyo mutuo son herramientas más fiables que cualquier aparato estatal para enfrentar crisis, autoritarismos y colapsos. Medio siglo después de la muerte del dictador, la lucha sigue siendo la misma: contra el Estado y el capital, por un mundo sin jerarquías ni sometimiento. Donde otros ven efemérides, el movimiento libertario ve una responsabilidad: mantener vivo un legado que jamás se ha doblegado, pese a que demasiados gobiernos han preferido mirar hacia otro lado mientras el fascismo volvía a llamar a la puerta.
Periódico Extremadura Libre
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