259- ¿Cambio de vida?
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Hola. ¿Qué tal, cómo estás? Soy Carlos Vitesse, y te doy la bienvenida, a una nueva entrega de Bitácora Mental.
Desde niño me ha gustado mucho la fotografía, y siempre me ha llamado la atención, esa que se dedica a retratar sitios abandonados. Ante esas imágenes, está quien solo ve lo que se muestra, y aquellos a los que nos despiertan todo tipo de sensaciones, haciéndonos pensar en millones de cosas y detalles, relacionados con las capturas en cuestión.
Desde los inicios de internet, donde podían compartirse fotografías, hasta la caída de popularidad de los blogs, siempre consumí imágenes fijas. Pero con la llegada de redes sociales, YouTube, y en general un auge del vídeo, comencé a seguir canales que mostraban sitios abandonados, como: casas, fábricas, talleres, edificios, aeropuertos, parques recreativos, pueblos, ciudades, etc.
Y así conocí infinidad de creadores de contenido, con canales de vídeo dedicados a lo que se conoce como el “urbex”, tanto de España, como de otros países. Con el tiempo, me fui interesando también en ver sitios remotos, o alejados del ruido de la ciudad, pero ya no solo abandonados, sino también con algunas personas viviendo, y conviviendo con el abandono y las ruinas. Eso me llevó a más canales, y a partir de la pandemia, ya dediqué más tiempo a los que recogían historias de personas, en detrimento de los que se centraban en el abandono, y el saqueo.
Aquel período de confinamiento, y los meses que vivimos con restricciones varias, nos hicieron ver que algunas cosas, eran bastante más importantes que otras. Y de alguna forma y en algún momento, todos pensamos en la posibilidad, -más o menos seria- de mudarnos, e irnos a vivir a un sitio con mayor espacio.
Algunos lo llevaron a cabo, y consiguieron un piso más grande y mejor ubicado. Otros se pasaron a una casa, o quizá a una zona con menos densidad de población, y así los habrá habido de todo tipo de situaciones. Por aquellos tiempos, el teletrabajo fue inevitable para seguir funcionando, y eso ayudaba muchísimo a soñar con una vida diferente. Gracias a él, algunos no necesitaron hacer grandes cambios, y consiguieron un grado de libertad interesante, y que aún mantienen. Mientras tanto, otros, concretaron sus deseos trasladándose a zonas alejadas, pero con buena conexión a internet.
Y haciendo converger lo que mencionaba antes de los sitios abandonados, o poco poblados, alejados de las grandes urbes, y los canales de vídeo que recogen ese tipo de vida y testimonio de sus habitantes, nos encontramos con gente que hizo el cambio más radical, y no para teletrabajar.
Lo de la España vaciada, viene siendo una realidad desde hace muchísimos años, y como se suele decir, “una golondrina no hace verano”. Pero más allá de que la realidad es irrefutable, no es menos cierto que durante la pandemia, o incluso a posteriori, una cierta cantidad de gente ha hecho un clic, dándole un giro a su vida, que desde fuera, -para muchos- cuesta de creer, y mucho más, entender. Y así lo indican las estadísticas de venta de propiedades, en zonas con evidente riesgo de despoblación, y que en los últimos tiempos han tenido un crecimiento importante.
Decía que a lo largo de los años he visto y seguido cantidad de canales que muestran la vida fuera de las ciudades, principalmente sobre Galicia, Asturias, y algo de Cantabria. Contenidos en los que gente de cierta edad todavía resiste en pueblos casi abandonados, algo a lo que como “espectador” estaba acostumbrado. Y es que… de alguna forma, simplemente se documenta la realidad, una evidente tendencia al envejecimiento de las zonas rurales, y la despoblación total en muchas aldeas y pueblos, a lo largo y ancho de la geografía española.
Pero lo que sí me ha llamado poderosamente la atención, es un tipo de “recién llegado” a todas esas zonas, y que realmente no me esperaba. Me refiero a gente joven, que hasta la pandemia, -o incluso después-, tenía una vida totalmente urbana, y ha decidido llevar a cabo un cambio de vida radical, mudándose voluntariamente y con total convicción, a zonas rurales.
Probablemente, no sean cientos de miles, ni decenas de miles, pero los hay, y me parece muy bueno, porque implica una visión de la vida y las cosas, bastante diferente, a lo que nos tienen acostumbrados los tiempos actuales. Y me interesa mencionar concretamente uno de los canales que sigo, por si alguien no lo conoce, y que recoge historias que además de interesantes, pueden resultar inspiradoras para otras personas. Por eso, aquí tienes el enlace.
Hablaba de jóvenes, y confieso que me ha sorprendido muchísimo ver a personas solas, mudarse a sitios sin vecinos cerca, o en aldeas de menos de una decena, iniciando una vida totalmente nueva, haciendo un punto y aparte, digno de admiración. Sobre todo porque algunas trabajaban a diario en una gran ciudad, con todas las comodidades e incomodidades que eso significa. Ser capaces de irse a vivir a un sitio donde a veces al llegar no tienen electricidad, agua, o cobertura móvil, -al menos a mí- me resultan experiencias interesantes de escuchar desde sus propias palabras, explicando de donde vienen, y por qué han elegido eso para sus vidas.
Por ejemplo, mujeres de menos de 30 años, de esas que te puedes encontrar en un centro comercial, que salían de fiesta con pareja o amigos, y tantas otras cosas “normales” de nuestro día a día, y que voluntariamente cambiaron la ciudad, por el medio rural. Me parece realmente admirable.
Además, escuchar sus testimonios de felicidad, asegurando que jamás habían hecho nada relacionado con el campo, y que sin conocimiento alguno van saliendo adelante, es algo que coincidirás conmigo, en que resulta, como mínimo, curioso.
Y hablando ya también de los visto en otros canales, son muchísimos casos, hombres, mujeres, parejas de las más diversas, con o sin hijos, y que han dejado atrás una vida urbanita, para centrarse en la sencillez, aprendiendo sobre la marcha, hasta lo más básico del medio rural.
Personas que nunca habían plantado ni una semilla, y ahora tienen su huerto, hacen de albañiles, fontaneros, o lo que sea que necesite esa vivienda, que en muchos casos está en un estado ruinoso, tras décadas de abandono total, careciendo de electricidad, y agua. Restos de una construcción con más de 100 años de historia, o incluso 200, olvidada, y hasta oculta en el paisaje, cubierta de vegetación, sin caminos de acceso transitables, y esperando ser rescatada por alguien que le diera su verdadero valor.
En ocasiones casi da envidia ajena, la felicidad que se escapa de sus palabras. Caras y sonrisas, que no pueden disimular que ese cambio ha sido para bien, y que ninguna limitación es tanta, como para arrepentirse del paso dado.
Y voy terminando este episodio, diciendo que si en algún momento me había planteado un cambio, antes, durante, y también después de la pandemia, estos años de vídeos, no han hecho más que traerme al pensamiento una y otra vez, si sería capaz de algo similar, aunque quizá no extremo, porque creo que hay edades para todo.
Si bien he visto gente de la más diversa, y que ha hecho el cambio, desde muy jóvenes hasta con la cabellera blanca, creo que algunos somos un poco menos valientes que otros, y como mucho podríamos seguir los deseos del corazón, pero a una aldea como mínimo con vecinos, y una vivienda que aunque necesitara reparaciones, tuviera funcionando sus servicios básicos, o fueran sencillos de reparar.
Lo de “aterrizar” en un lugar aislado, sin vecinos, y con una ruina a la que se quiere convertir en hogar, necesita de dinero, y una grandísima dosis de esfuerzos físicos y psicológicos, por lo que considero es más adecuado para quienes tienen una voluntad y determinación -quizá- más avanzada, pero sobre todo -al menos para mí-, algo que podría resumir con la conocida frase: “juventud, divino tesoro”.
Y hablando con mi mujer, además de mostrarle algunos vídeos sobre lo que comento, coincidimos en que probablemente tengamos un buen porcentaje de similitud, con las personas que han tomado ese tipo de decisiones. Llevamos al menos 15 años aplicando la receta de que “menos es más”, y “no es rico quien más tiene, sino quien menos necesita”. Por eso venimos pagando un precio por la libertad, y el tiempo que conseguimos para nosotros, no participando del consumismo desenfrenado que reina en la actualidad, y la presunta felicidad que otorga, el “tener”.
La realidad es que por diferentes motivos, quizá ahora mismo estemos en el punto en que realmente podríamos hacer un cambio radical, y correr el riesgo de una decisión, que confieso al filo de las 60 primaveras, acojona un poco. Por eso, ahora mismo el asunto me da vueltas en la cabeza, a la vez que se libra una lucha encarnizada entre miedos, deseos, que por acción o inacción, te pueden llevar a una decisión equivocada.
En fin, que de momento no hemos resuelto el asunto, y continúo viendo con atención los vídeos, donde gente de Barcelona, Madrid y otras ciudades, han hecho ese gran cambio, y solos, con pareja, o incluso hijos, han dado el paso de dejar atrás su ciudad, e instalarse en la naturaleza, convivir con ella, y seguir su camino por esta vida, alejados de los ruidos mundanos, y la vorágine tóxica que implica. Esta vida estilo rueda de hámster, donde cada vez vas más rápido, cada vez trabajas más, ingresas más dinero, pero estás más horas fuera de casa, más alejado de tus seres queridos, tus hijos crecen bajo el cuidado de extraños, y cuando consigues parar, te das cuenta de que es muy tarde, y te has perdido lo verdaderamente importante. Porque la felicidad no está fuera, sino dentro de nosotros mismos, y el camino para conseguirla, seguramente no ha cambiado desde el inicio de los tiempos.
Y hasta aquí lo que quería compartir contigo hoy en Bitácora Mental. Gracias por tu tiempo a escuchar o leer este contenido, y te espero en el próximo.
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