246- Aniversario
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Hola, ¿qué tal, cómo estás? Soy Carlos Vitesse, y te doy la bienvenida a una nueva entrega de Bitácora Mental.
Un 1º de junio como hoy, pero de 2020, es decir, hace 5 años, grabé el primer episodio de éste podcast. Para algunas cosas un lustro es poco tiempo, y para otras, mucho, como queda claro cuando uno escucha algunos datos sobre podcasting, por ejemplo los del episodio publicado recientemente por Ernesto Acosta, en su “Como Pienso, Digo”, llamado “This is podcasting”. Allí Ernesto -a quien obviamente le envío un gran saludo-, aporta varios datos, y me he quedado especialmente con uno, el que decía que aproximadamente solo un 1% de los podcast, consiguen llegar, o superar los 21 episodios.
Comenzar un podcast es muy sencillo, pero del mismo modo ocurre a la hora de abandonarlo. Y por eso, tan solo hablando de 2020 a la fecha, me atrevería a decir que -a nivel mundial-, debe haber millones de podcast en el cementerio de los audios olvidados. Y muchos ya no están ni allí, porque por ejemplo en mi caso, con el paso de los años, he ido borrando de internet todos los programas y episodios que había grabado antes de 2020, e incluso durante ese año, y en paralelo con Bitácora Mental. No fue una decisión fácil, pero me pareció la mas adecuada.
Con el tiempo las cosas van cambiando, se van cerrando etapas, y no es que uno se avergüence del pasado, es simplemente que en algunos casos ya no le ve sentido a que se encuentre disponible para todo el público. Además, al haber producido cantidad de podcast de temas tan variados, como música, historia, tecnología, política, cine, etc., algunos contenidos quedaron obsoletos, otros -como está ocurriendo ahora mismo- podrían tener problemas con los derechos de autor por la música, y también los había de los que mostraban perfiles o actividades personales o profesionales, que actualmente no me interesan mostrar.
Y me confieso sorprendido de estar haciendo éste episodio por los cinco años, porque buscando un cambio, por aquellos tiempos en que terminamos descubriendo que se venía una pandemia, decidí finalizar varios proyectos, pero en 2020 comencé otros, uno de ellos, éste, y mi apuesta para que “sobreviviera”, fue por el otro, así que… me equivoqué. Donde creo que sí acerté, fue en una decisión que justamente también comenta Ernesto en el mismo episodio al que hacía referencia antes, porque opté por concentrar mi atención en un solo podcast, y es que los dichos no fallan, “el que mucho abarca, poco aprieta”.
Para Bitácora Mental, decidí probar el alojamiento gratis que ofrecía «Anchor», que la verdad me dejaba varias dudas. Es que llevaba toda la vida en «Spreaker», y con suscripción de pago, sentía que allí tenía mis audios más controlados, y a buen resguardo. Esa especie de desconfianza en cómo pudiera funcionar técnicamente «Anchor», fue pasando, pero lo que continúa vigente, es ese convencimiento de que al ser comprado por Spotify, más pronto que tarde, y como ocurre ya con otras plataformas, nos inyectarán publicidad en los podcast independientes. Porque si ya lo han hecho con los suyos, y ni con cuenta Premium lo hemos podido salvar, sería de ingenuos pensar que eso no llegará a todos los audios alojados allí, y además de forma gratuita.
Las empresas se montan para ganar dinero, no son ONG, y como habrás escuchado infinidad de veces, si te dan un servicio gratis, el producto eres tú. El tema es que muchas veces se abusa de la publicidad, y eso afecta la experiencia del oyente. Por eso nunca me he ido de «Spreaker», e incluso Bitácora Mental tuvo doble alojamiento simultáneo, “por si acaso”, hasta creo hace un par de años, cuando teniendo en cuenta todos los avances tecnológicos, y que ahora es muy sencillo migrar un podcast, terminé dejando solo el feed de Spotify.
Pero hablando de «Spreaker», como he mencionado alguna vez, allí comencé en 2009, cuando era todo en inglés, y ni siquiera se hablaba de podcast. Recuerdo perfectamente que la publicidad que hacía esa plataforma por aquellos años, tenía una voz femenina y acento americano, que decía: “crea tu radio con Spreaker.com”. Hace un tiempo busqué ese material, porque lo tenía grabado, pero no lo he encontrado. Probablemente, se encuentre en algún disco duro externo de los que usaba por aquellos tiempos, y que llevan desde esa fecha en una caja en algún sitio.
Y lo de, “crea tu radio…” fue lo que me interesó, porque en 2009 ya llevaba mucho tiempo buscando donde tener una radio on line, y «Spreaker «permitía emitir en vivo. Por eso me abrí una cuenta con ellos, aunque en vivo, allí solo hice alguna prueba, porque después encontré una plataforma especializada en radios online, y fue en ella donde finalmente tuve dos, una con programación musical en inglés, y la otra en castellano.
En «Spreaker» me dediqué a grabar episodios, sin saber qué estaba haciendo podcast, en los que presentaba música en inglés delos años 50 hasta los 90. Luego copiaba el código del reproductor personalizado, y lo insertaba en un blog de «Blogger», para que “mis visitantes” escucharan, mientras leían o veían los contenidos que publicaba por aquellos días. Pero bueno, no me quiero extender más con ésto, solo quería mencionar cómo y cuando “me subí a ese tren”, sin saber que era, ni hacia donde iba, pero aquí estoy.
Lo que sí quería, es aprovechar para recordar aquellos tiempos en los que hice mis primeras grabaciones por iniciativa propia, y que fueron hace casi 50 años, allá por 1976. Y digo por iniciativa propia, porque tengo recuerdos de niño, en una reunión familiar en el año 1971, cuando en determinado momento, creo que fue mi padre que había comprado un grabador de cassette, lo puso sobre la mesa, y registró como una hora de aquel encuentro, con las voces de todos los que estábamos por allí cerca.
Niños pequeños de menos de 5 años, creo que éramos solo tres ese día, y mi recuerdo es de solo una voz aparte de la mía, y que haya quedado registrada en esa cinta. Luego sí, se captaron la de otros mayores que interactuaban con nosotros, haciéndonos decir cosas para inmortalizarlas en aquel cassette de la marca «Basf», que estuvo en casa durante muchos años, y al que le perdí la pista sobre fines de los 90.
La verdad, no creo que haya sobrevivido al tiempo, porque estaba olvidado junto con muchas otras cintas mías, y que ya no usaba desde que el CD se convirtió en el Rey del audio. Me temo que entre las mudanzas de mis padres y las mías, habrá terminado en un cubo de basura, porque ya no tenía ni una etiqueta que dijera su contenido, que se le había saltado con los años.
Y puede que te preguntes… ¿Cómo recuerdo lo de la grabación de 1971? Te cuento, en aquella comida se hicieron fotos, y algunas de ellas estuvieron en casa durante décadas. Por aquel entonces, mis padres llevaban a revelar los carretes, y las copias impresas se las entregaban en papel Kodak brillante. No sé si era moda, pero la imagen no se imprimía en todo el espacio disponible, se les dejaba un pequeño marco blanco, y en los costados aparecía el mes y el año del revelado. Por eso, cada vez que mirábamos fotos viejas, recordaba aquella grabación.
A veces no somos conscientes del valor de cada momento, e incluso esos que parecen solo uno más, captados mediante fotografía, audio o vídeo, con los años pueden convertirse en un verdadero tesoro personal, porque olvidamos fácilmente que el tiempo nunca se detiene, y un momento siempre es único, e irrepetible. Y hablando de momentos, como decía antes, mis primeras grabaciones por iniciativa propia fueron en 1976, y con un grabador de cassette que me regalaron mis padres.
Por aquel entonces, y desde niño, como la mayoría de mi generación, crecimos con la radio, y pasábamos horas y horas escuchándola. Vale recordar que por donde me encontraba en aquellos tiempos, eran normales los corte de luz, y la televisión no emitía no ya las 24 horas, es que los días de semana apenas lo hacía unas 6 o 7 horas. Comenzaba sobre las 18 y llegaba hasta la medianoche. En el caso de las radios era un poco más, pero incluso en los 80, una emisora muy importante que escuchaba cuando iba hacia el trabajo, iniciaba la emisión a las 7 AM, y finalizaba pasada la medianoche. Con el tiempo todo fue cambiando muy rápido, pero lo de tener disponible radio y TV. Las 24 horas, -en mi ciudad- creo que fue recién sobre fines de los 80.
A principios de los 70, y sobre todo con la crisis del petróleo de 1973, las centrales eléctricas que dependían de combustibles fósiles no daban abasto, y hasta que no se ampliaron las infraestructuras hidroeléctricas, había restricciones. Aunque también tengo que decir que, a pesar de hacer más de 50 años y estar en el llamado “tercer mundo”, jamás recuerdo haber vivido un corte de luz del calibre del que tuvimos recientemente en España. La verdad que ese día, con 12 horas sin electricidad, fue como viajar en el tiempo, hacia una época en la que la vida era muy distinta a la de hoy.
Bien, decía que crecí con la radio, y siempre me resultó mágico todo lo relacionado con ella, por eso quería un grabador, para de alguna forma “jugar a la radio”, y cuando lo tuve, fue un momento de gran felicidad. Es que solo, o con amigos, pasaba horas grabando cosas, haciendo entrevistas a vecinos, contando cuentos, o directamente imitando a esos periodistas, relatores, o personas varias de las ondas hertzianas, que admiraba o escuchaba cada día.
Y como recuerdo aquel grabador con mucho cariño, antes de ponerme con éste episodio, estuve buscando en internet, -sin ningún tipo de esperanza-, por si encontraba algún dato, o imagen del aparato que recordaba con precisión. Y contra todo pronóstico -para mi total sorpresa-, di con varias webs donde se ofrecían grabadores con ligeras diferencias respecto al que yo había tenido, -obviamente debido al año de fabricación, o mercado al que fuera destinado-, pero también con alguno exactamente igual, al que me habían regalado (ver imagen debajo).
  Imagen: Grabador disponible para la venta en https://www.ebay.com/itm/385721216671 (al momento de publicar éste contenido, el 01-06-2025). 
Lo que me resultó totalmente alucinante, es que en 2025, todavía existe alguna unidad en venta con su caja original, y sin uso. Realmente no me lo esperaba, los hay de todo precio, -según estado-, e incluso he visto uno, por encima de los 130 euros.
Era de la marca «OCEAN», fabricado en Tokyo – Japón, por Hachiyo Electric Sound Company Inc., un aparato monoaural, muy simple, al punto de que no tenía casi ni botones, ni mecanismos. Para poner un cassette, solo había que levantar la tapa de plástico con la mano, y encajarlo en su sitio con una leve presión. Luego la tapa podías dejarla abierta si querías, y de hecho yo así lo hacía.
Todo se controlaba con una perilla, que había que girar a izquierda o derecha. En la posición central estaba el STOP, y a la izquierda rebobinaba el cassette. Hacia la derecha estaba el Play, y la siguiente posición era para adelantar la cinta. Para grabar tenías que apretar el único botón que había, -de color rojo-, y que combinado con el giro de la perilla hacia la posición PLAY, hacía que salieran los cabezales, se iniciara la grabación, y su volumen, al igual que en el caso de reproducción, se controlaba con una ruedecilla a la derecha.
En la parte de arriba estaba el altavoz, y por debajo iban las pilas gordas, de 1.5 volts, como casi todo en aquellos tiempos, pero también venía con cable para conectar a corriente eléctrica, y yo lo usaba de ambas formas. Finalmente, por el costado tenía conexión para micrófono, y audífono, de aquellos blancos horrendos, con un cable finito, y que solo venían para ponerse en una de las orejas, obteniendo un sonido bastante malo.
Lo que me ha faltado contar, es que el día que me lo regalaron, al abrir la caja, no encontré ningún micrófono, y con un poco de desilusión me fui hasta donde estaba mi padre para decírselo. En ese momento, me sorprendió con un: “pero si lo tiene incorporado”, como jactándose de que había comprado algo de última tecnología, porque los había de la misma marca de años anteriores, y que no lo llevaban.
Y ahí fue donde mi amor por la radio quedó absolutamente de manifiesto, porque -como comenta también Ernesto en su episodio-, esto va mucho más allá de capturar un sonido, así que le expliqué a mi padre que para mí, el verdadero disfrute de usar aquel aparato, pasaba por grabar mediante un micrófono de mano.
Y así fue que me compró uno de los que se vendían para el caso por aquellos días, todo de plástico, y salvando distancias, con un diseño muy cercano al de un Shure SM 57, pero más pequeño, y obviamente de una calidad bastante discreta. Venía con un soporte plástico muy básico, que se enganchaba en el extremo que tenía la cápsula, y entonces al apoyarlo sobre una superficie, te quedaba inclinado, respecto al extremo del que salía el cable, y que no se podía desmontar.
Para conectarlo al grabador, ese cable sobre el final se dividía en dos, cada uno con su propio mini jack, y creo que uno se encargaba de llevar el sonido, mientras el otro era para la alimentación. Por eso, y como tenía interruptor de encendido y apagado, desde el propio micrófono podías pausar y reiniciar la grabación, sin necesidad de tocar ningún botón del aparato.
Y con esa configuración grabé o escuché infinidad de cosas durante un tiempo, hasta que realmente no recuerdo si lo regalé, o donde terminó sus días, porque la tecnología fue progresando muy rápido. Tras él, por casa pasaron muchos radiograbadores y otros equipos, con lo que perderlo de vista, en su momento no significó ningún drama, aunque sin duda ha sido muy bonito recordarlo, pero sobre todo descubrir que todavía existen unidades en éste mundo, alguna incluso sin uso, lo que no deja de sorprenderme.
Y volviendo a 2025, para cerrar el episodio, solo me resta saludar, pero sobre todo, agradecer a los oyentes. Tanto a aquellos con los que he tenido interacción de diferente forma, como a los que están del otro lado, escuchando desde el anonimato, como yo también suelo hacerlo muchísimas veces. Espero que todos continúen allí mientras éste proyecto siga activo, nuevamente gracias a todos por vuestro tiempo al leer o escuchar Bitácora Mental, y los espero en el próximo.
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