La gentrificación, pensada como “colonización urbana” no solo es un fenómeno económico, sino también lingüístico
Según AnthropoGux
La gentrificación, pensada como “colonización urbana” no solo es un fenómeno económico, sino también lingüístico. Cuando los gentrificadores no necesitan aprender el idioma local porque su estatus ya les garantiza privilegios, se da una forma de violencia simbólica (Bourdieu)
En una calle de la Ciudad de México
En los procesos de gentrificación, idiomas como el inglés se impone sin coerción física, pero con legitimidad social. «Aprende español» no es chovinismo barato, es una reacción defensiva del habitus popular (costumbres, lenguaje cotidiano) frente a su desplazamiento.
En estos contextos, la forma de hablar importa, cuando llegan hablantes con alto capital económico y simbólico a barrios populares de habla hispana, estos no buscan adaptar su lenguaje; incluso, servicios, tiendas y restaurantes comienzan a usar el inglés como lengua preferente
Esto es un desequilibrio del «mercado lingüístico», donde una lengua (el inglés) vale más simbólicamente que otra (el español), a pesar de ser minoritaria en ese territorio. Y es que hablar no es solo comunicar, es actuar dentro de un campo de poder.
Preocupa que en barrios gentrificados, el español comienza a subordinarse al inglés, no porque se prohíba hablar español, sino porque los espacios institucionales, comerciales o culturales empiezan a privilegiar el inglés, siguiendo a quienes tienen más poder adquisitivo.
Las consecuencias, que con la llegada de extranjeros que no hablan el idioma local pueden darse formas de exclusión no explícita. Cambia el espacio urbano según los intereses de una clase transnacional, que no necesita integrarse al tejido social porque lo domina económicamente.
La lengua es una herramienta fundamental para la convivencia y el reconocimiento mutuo y cuando esto no sucede hay repercusiones:
- Cuando los extranjeros no aprenden español, se produce una forma de aislamiento cultural y simbólico.
- Se rompe el tejido barrial, ya que no hay diálogo ni empatía cotidiana. Esto refuerza una lógica de enclave turístico o corporativo, donde los extranjeros viven en burbujas de privilegio sin integrarse al entorno local.
- Surge la exclusión residencial, se privilegia a quienes manejan inglés en procesos de renta o compra de vivienda, los comercios cambian su publicidad, menús o servicios para adaptarse al turista, no al residente; el barrio pierde su identidad para convertirse en un “producto».
La convivencia democrática exige cierto grado de integración lingüística, especialmente si se usufructúan los beneficios económicos del lugar. Por eso esta consigna no apunta a un acto de xenofobia.
No critica la extranjería, sino el privilegio de ignorar la lengua y cultura del lugar en nombre del capital. Esta consigna defiende un derecho colectivo a permanecer, a ser reconocido, a no ser desplazado ni invisibilizado en el propio territorio
AnthropoGux
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