Cuando #Eros va a cumplir su misión, se tropieza y se clava la flecha, enamorándose así de la princesa. El dios le pidió al viento Céfiro que llevara a la princesa a un lugar idílico, y fue así como la levantó y la llevó hasta un palacio en las cumbres, donde se erigía un encantador palacio. Allí, en la oscuridad, Eros se presentó ante la joven sin desvelar su identidad y le confesó su amor. Ella no le veía, pero se sentía cautivada por su presencia, y se acostaron juntos.
Eros le prometió que aquellos encuentros seguirían si ella deseaba, pero con una condición: jamás ella debería intentar desvelar la identidad de su amante. Y ella así lo prometió.
Sin embargo, la curiosidad acabó venciendo a su palabra. Las hermanas de Psique, además, pinchaban a la muchacha para que intentara averiguar quién era su amante. Y al final la flaqueza humana de Psique la hizo sucumbir: una noche, mientras Eros dormía, se acercó con una lámpara para iluminar su rostro. Una gota de aceite cayó sobre el dios, y él se alejó de la muchacha para siempre.
Como este mito es largo, seguiremos la semana que viene con la siguiente parte. Hoy nos quedaremos con esta para hablar de algunos conceptos.
¿Qué pruebas tenemos de que los griegos no temían la ira de Afrodita contra las mujeres guapas? En este mito ya vemos que Psique es castigaba por su hubris y por traicionar a su palabra, que ya sabemos que para los griegos era una falta grave.
En la mitología encontramos a otras mujeres de exquisita belleza que sí son favorecidas por Afrodita: Helena de Esparta era la mujer más hermosa del mundo y la diosa nunca la castigó por ello.
En su vida cotidiana, los griegos hacían comparaciones con Afrodita para elogiar a otras muchachas. Las mismas mujeres griegas cuidaban su aspecto físico y, si era verdad que Afrodita castigaba a las guapas, ¿por qué iban a cuidarse? Cleopatra (que era griega) hacía cosplay de Afrodita y nadie lo veía como un insulto a la diosa.



















